Si Vladimir Putin hoy no puede invadir a los países bálticos o a Polonia es porque los ucranianos le pararon los pies con extraordinario coraje, inteligencia táctica, mejores armas y tecnología de punta occidental. No por falta de ganas. La UE hace muy bien armándose hasta los dientes a mediano y largo plazo para disuadir al Zar de la única forma que entienden los rusos: con un cuchillo entre los dientes.
Las fuerzas armadas rusas están exhaustas por la cantidad de dinero, hombres y materiales que han perdido en estos tres años, en los que además de prestigio, perdieron capacidad operativa y logística a tal nivel que no pudieron mantener al régimen de Al -Assad en Siria que está en su propia área de influencia.
La paz de Donald Trump será entonces una pausa que durará lo que tarden las heridas de este conflicto en sanar en las fuerzas armadas rusas que, sobredimensionadas por el conflicto, buscarán otra expansión imperial a mediano y largo plazo, allá donde vean un flanco débil a lo largo de su extensa frontera.
La recuperación de los territorios perdidos después de la disolución de la URSS es la línea rectora del régimen mafioso que controla Rusia hoy y muy probablemente mañana.
